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La comparación fatal

  • Foto del escritor: La Idea de Silencio
    La Idea de Silencio
  • 8 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Otro tema que me parece importante tocar es el nubarrón del “ya está todo dicho”, que aparece y nos hace agua todos los textos o ideas que veníamos fabricando.

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Hoy escuché una frase al respecto que creo que me sirvió, porque mi cerebro se puso a analizarla sin que yo se lo ordenara: “todo esta dicho porque nos atraviesan las mismas cosas. Lo importante es cómo lo contamos. Yo lo voy a contar diferente a otros”. Y pienso.

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Lo primero que analicé es que me encanta contar, sea de manera oral o escrita, gran parte de mi día me lo paso contando.

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Le cuento a mi hija algún dato que me preguntó (o no), le cuento a mi pareja cómo estuvo mi día o le comento algún chusmerio jugoso (o no tanto); quizás mas tarde le cuento sobre la trama de alguna película o serie que vi o quiero hacerlo (o no) o sobre el libro que estoy leyendo.

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Pero lo peculiar es que, en todos los casos, cuento mi versión de los hechos. Son generalmente temas de los que ya habló otra persona, pero eso no importa.

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Incluso aunque esa persona haya sido yo, de todas maneras puedo volver a hablar del mismo tema. Principalmente porque soy libre, pero además porque puede que tenga algo que agregar o puede que lo vuelva a contar y lo haga desde un enfoque totalmente diferente.

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Mi abuela me cuenta siempre las mismas anécdotas, pero las cuenta diferentes cada vez. Cambia datos subjetivos como descripciones superficiales pero también información esencial, como personas, lugares o años.

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Esas historias fueron tan manoseadas por la lengua de mi abuela que ya ni memoria tienen de su versión oficial.

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Aclarando previamente que entiendo que esto puede ser producto del grado de demencia senil que arrastra la vejez, confieso que me gusta creer que si esa señora no hubiera sufrido tanto en su niñez y juventud, posiblemente hubiera explotado su habilidad para contar historias.

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Estoy por completo segura de que sería una gran escritora y yo podría decir que de ella heredé la pasión por contar.

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Entonces el consejo que me auto doy al respecto es no dejarme intimidar por la vasta existencia de textos increíblemente buenos e insuperables. Eso no tiene que significar un límite para mi ni para nadie.

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Cada uno es libre de hablar sobre cualquier tema que nos inspire o interese (claro que tratando de evitar las demandas legales por uso de nombres, etc.).

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No debemos competir con nadie y mucho menos al comienzo de nuestra trayectoria, en la que no somos más que débiles y lamentables aficionados.

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Tenemos que aceptar lo que somos y gozar cada etapa de nuestro camino. Por eso me propongo un juego: actuar como si nadie hubiera hablado sobre el tema aún. Hablar de un tema cliché pero comportándome como si estuviera descubriendo una primicia; o escribir como si fuera una niña que se asombra por todo y que todo le parece gigante y maravilloso; una niña sin miedos ni prejuicios.

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