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Sequía de inspiración

  • Foto del escritor: La Idea de Silencio
    La Idea de Silencio
  • 7 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 8 jun 2020

El 12 de abril a las 20:44 sonó otra melodía. Otra que también estaba asignada a alguien en particular: a la dueña de la editorial.

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Decidió atenderla dadas las circunstancias. fue mucho bombo pero en resumen lo llamaba para ofrecerle al gran artista un viaje bastante peculiar; una especie de retiro espiritual.

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Le explicó la oferta y dejó en sus manos la elección del destino. Propuso pagarle el viaje, la estadía, los gastos extras, los gustos y los lujos. La propuesta a decir verdad era bastante tentadora.

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Así que habiendo hablado durante largo rato (sólo ella), lo dejó pensando del otro lado de la linea, no sin antes avisarle que en un máximo de tres días necesitaría una respuesta.

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Lo cierto es que tenía un margen más amplio pero conociéndolo sabía que los límites no le venrían para nada mal.

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También se encargó de demostrarse doblemente afectada por tal sequía de imaginación o lo que sea por lo que estaba pasando y se despidió diciéndole que lo extrañaba. Del otro lado Abel asintió; él también se extrañaba.

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Colgó el teléfono un minuto después que ella. La idea ciertamente lo había animado.

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Era difícil que se volviera a repetir una oportunidad así, mucho menos por la austeridad que caracterizaba a éste relator de fantasías perfectas y cuentos maravillosamente cautivadores.

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La idea del “todo pago” lo atontaba. No sabia si podría controlarlo. Sentía electricidad en las puntas de sus diez dedos. Como si la corriente sanguínea estuviera electrificada.

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Notó las plantas de los pies húmedas y eso lo hizo sentir asqueroso; pero como si su cuerpo estuviera colapsando, observó que la situación también le había secado la boca.

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La propuesta le había alborotado las glándulas, concluyó.

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